Carmela Fiorenza (o Carmen Firenza) tenía
diecisiete o dieciocho años en 1904 y vivía junto con sus padres en Padilla
2151; era la única hija de un matrimonio italiano compuesto por el Sr Fiorenza
y su esposa Liboria Entorci. Tanto Carmela como su madre eran obreras de una fábrica, el padre era inválido.
Hacia el mes de junio del mencionado año un tal Miguel Scudero, quien decía
tener serias intenciones, obtuvo permiso para visitar a Carmela en su casa. Scudero tenía
veinticinco años, era italiano (de Palermo), vivía en Gurruchaga 30 y trabajaba
como farolero del alumbrado público. Durante las visitas, Scudero conversaba
con la joven en la habitación de ella, siempre bajo la atenta mirada de los
padres. En realidad Scudero era un falso pretendiente, porque era casado y fingía ser soltero, esta circunstancia
era desconocida por Carmela y sus padres.
Las visitas de Scudero eran constantes hasta que un día le habría propuesto a la joven que huyera con él del hogar
yéndose a vivir en su compañía a lo que Carmela, una muchacha honesta y decente, se
negó, se dijo que no se atrevió
a decir esto último a sus padres para no darles un disgusto. Entonces Scudero decidió
pedirla en matrimonio a lo cual la madre le solicitó trajera una constancia de su
pueblo donde constara que era soltero.
Un día los padres descubrieron
que era casado y le prohibieron la entrada en la casa. Carmela se mantuvo firme
y dispuesta a no ceder ante lo ilícito, ya que ante otro pedido de Scudero que se fugaran
juntos ella lo volvió a rechazar.
Sería en este momento cuando Scudero urdió su siniestro plan.
El domingo 4 de septiembre, a las siete de la
tarde, se presentó en la
casa de Carmela y pidió hablar con ella... los padres se sentaron en un rincón de la pieza
como siempre. Tras un momento de conversación la madre dijo que su hija
no se casaría con él a lo cual el falso pretendiente pidió se le devolviera un prendedor
que le había regalado a Carmela.
Preso de la ira, Scudero apagó la luz, sacó un
revolver y disparó cinco tiros a la joven, dos de los cuales dieron en el blanco (uno en
el pecho y otro en el vientre), cuando se le terminaron los proyectiles
desenvainó un puñal y le dio siete puñaladas, tan violentas que el puñal llegó
a partirse dentro del cuerpo de Carmela. Ese puñal, era nuevo y tenía hecho un
segundo filo, lo había hecho afilar por un tal Antonio Foma el día anterior, es decir que Scudero fue a la casa de Carmela con sus intenciones
bien claras.
Scudero se dio a la fuga (olvidando el sombrero en
la casa), los padres gritaban y algunos vecinos lograron seguirlo y atraparlo.
Fue detenido por el agente Ramón Arias de la Comisaria 31º.
Mientras tanto, el Comisario Franco, fue al lugar
del hecho e hizo llevar a Carmela, que seguía con vida, al Hospital San Roque
donde falleció a causa de las hemorragias internas a las tres de la madrugada del
5 de septiembre de 1904.
Mientras tanto, el criminal, en la declaración
indagatoria realizada ante el Dr Constanzó y tomada por el secretario
Consiglieri, negaba haber cometido el hecho, alegó incluso haber sido agredido
por la madre de Carmela y que durante la lucha se había caído la lámpara. En
cuanto a los disparos primero los negó y luego dijo haberlos hecho sin querer
herir a nadie con el fin de intimidar a la anciana. Por supuesto era falso que
la madre de Carmela hubiera intentado agredirlo.
El padre de Carmela murió de pena poco después de este trágico
suceso.
El Juez Dr
Madero condenó a muerte al asesino. Su pena fue conmutada a 25 años de
presidio en julio de 1906 por el Presidente José Figueroa Alcorta.