María Eugenia Alsina fue maestra
y había nacido un 3 de septiembre de 1886. Era hija de don Juan Alsina y tenía
dos hermanas: Carmen y Lolita.
Arturo Lancelle nació el 1 de
marzo de 1882, sus padres se llamaron Federico y Gumersinda, sus hermanos Emma,
Federico, Albina, Máximo, Mercedes, Victoria, Gumersinda.
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¿María Alsina? |
Esto no tendría nada de
particular a no ser que en un momento de 1905 María Alsina y Arturo Lancelle se
conocieron. Y se enamoraron. E iniciaron un intercambio de postales que no se
interrumpió hasta 1911. Postales que hoy nos cuentan sus amores, esperanzas,
sufrimientos y anhelos.
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¿Arturo Lancelle? | | |
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Hacia 1906 ambos vivían en
Corrientes. De tanto en tanto María iba con su familia a Paso de la Patria. Arturo extrañaba: “Tu
recuerdo querida María, me llena el alma de dulce arrobamiento, y amengua el
tedio de los largos y tristes días que faltan a tu venida” (4 de mayo de 1906).
María estaba tan linda una tarde, que, al pasar al lado de él, todo el ser de
Arturo se prosternó para adorarla en muda contemplación. Había una barrera
mundana que los separaba pero no había que hacerle caso, decía Arturo ¿Cuál
sería? ¿Posición social?
A lo largo de su relación Arturo
solía firmar como “tu negro”. Para él, el beso de amor era el aliciente que
mantenía a su alma, que por supuesto pertenecía a María. “Te abraza y te besa
tu negrito que te adora” (31 de noviembre de 1906). María también enviaba
postales para demostrar que siempre su pensamiento estaba fijo en él.
Arturo decía: “¿Quién será capaz
de cortar el lazo cariñoso de amor que nos une, alimentado a fuerza de
caricias, tristezas, alegrías, dolores, besos riquísimos, dulces y amargos
recuerdos, y todo cuanto hace amar la vida?” (15 de febrero de 1907).
La pareja tuvo sus altos y bajos
como toda relación. El 27 de febrero de 1907 María había llegado sin avisarle y
le prohibió a su enamorado que fuese a verla, pero él no se acobardó: “iré no
obstante y escondido te he de mirar”. La “ingrata María”, como la llamaba, le
desgarraba el alma con sus desdenes. Pero luego todo volvía a ser como antes.
María lo amaba: “que dicha sentía
mi alma, Arturo, cuando tus labios se entreabrieron para significarme sonriente
lo que tu corazón sentía”…”desde ese momento, mi vida está íntimamente unida a
la tuya, mi alma a tu alma, que gustosa renunciaría a todo el mundo por un solo beso, por una sola caricia
tuya” (20 de agosto de 1907) Para el enamorado Arturo el perfume virginal del
alma de María era mucho más puro que el de las flores.
El amor de él, salvaje, fuerte,
inmutable, suave, tranquilo, sufría celos cuando ella se apartaba de él. Deseaba
que su amor, que tan desgraciado había sido, fuera algún día coronado con el
soñado anhelo aunque el mundo se opusiera. Debían casarse algún día.
Tal vez hacia fines de 1907 los
Alsina se instalaron en Paso de la Patria.
Arturo iba de tanto en tanto a ver a María y pasaba algunos
días en la mencionada localidad.
La relación fue afianzando. Vemos
preocupación de Arturo por la salud del padre de ella.
Algunas sombras amenazaban con perturbar
el amor de los jóvenes. María llegó a creer que el olvido y la indiferencia se
habían apoderado de Arturo: “¿Hiciste lo que me prometiste la última vez? Yo
creo que me has engañado nuevamente”. Pensaba María que no se portaba con ella
como antes: “Cuando no venías me hacías decir algo pero hoy sin que yo no te
escriba primero, no tienes la cortesía de escribirme dos palabras. Como se
cambia con el tiempo! no? Yo día a día estoy más decepcionada de tu proceder i
de tu desamor. Yo siempre fui buena y hasta desprecié a 3 personas por vos i
así es como me pagas. Pero en fin cuando vengas arreglaremos o desarreglaremos
de una vez” (14 de octubre de 1908). La respuesta de Arturo no se hizo esperar:
“Mala es la mujer que no tiene amor”. Pero esto fue solo un chaparrón en el
cielo diáfano del romance. Todo siguió igual. O mejor.
Arturo seguía sin contento ni luz
si estaba lejos de ella. Seguía sintiendo congojas y celos en ausencia de su
amada.
Una enfermedad de María desesperó
a Arturo, “poco faltó para que te quedaras sin tu gorda” (marzo de 1909), ella
no podía tenerse en pie ni un cuarto de hora.
Arturo le mandó remedios pero María creía que la única manera de mejorar
era verlo diariamente. En abril de 1909 la joven estaba feliz porque con el
triunfo obtenido “en la política actual” Arturo quizás podía conseguir algo que
mejorara su condición: “Estoy tan contenta que quisiera llenarte de besos me
parece que es el comienzo de nuestra felicidad” (29 de abril de 1909). María
esperaba ansiosa que llegara el 25 de mayo para verlo e iba a aprovechar para
darle “a escondidas muchos besos”. Aún así, Arturo se quejaba que sufría el
desamparo del amor y recibía hiel en pago.
Así pasaba el tiempo y Arturo
fortalecía su vínculo con la familia de María Alsina. En octubre de 1909
pensaba llevar en su próxima visita a Paso de la Patria placas de vacunas
para ellos, debido a la viruela. Se preguntaba si en la escuela tendrían
lanceta. En diciembre María recibió por vapor un piano, tarjetas, métodos, un
quinto de lotería. (todos envíos de Arturo). Su hermana Carmen quería saber el
precio de las tarjetas mientras que la otra hermana, Lolita, quería que Arturo
le enviara hacer unas veinticinco tarjetas para saludos de Año Nuevo.
Seguía afianzándose la relación
con la familia. El 6 de enero de 1910 Arturo le envió a don Juan frascos de
Iperbiotina (Iperbiotina Malesci, famoso tónico de la época) y a María dos
pantallitas. A la semana envió Días de la semana y Cuando el amor muere para
Carmen y La viuda alegre a María.
El amor de Arturo hacia la “dulce
y pura María” seguía igual. Lo mismo ella, quien envió estos versos a Arturo:
“Amo a unos ojos negros,
seductores
Con inmensa profunda idolatría
Ellos son el ideal de mis amores
El ídolo que adora el alma mía”
(1 de marzo de 1910)
María y su padre le enviaron a
Arturo un alfiler de corbata para que lo usara diariamente cuando fuera a la
oficina pero María le hizo hincapié que no fuera “a otro dueño o dueña” porque
se iba a enojar con él, ya que la última vez que Arturo había estado en Paso de
la Patria
había dicho que nada le duraba mucho tiempo en su poder, ya que daba o
cambiaba. Arturo no sabía que había hecho para recibir tal regalo, lo usaría
todos los días como la prenda más cara y grata de su vestir.
El año del Centenario iba a
traerles felicidad. Se aproximaba el gran sueño de Arturo, el gran día. Había
enviado una carta a don Juan, padre de
María, pidiendo permiso para que recibiera a su padre el 24 de marzo. ¿Para
qué? Pedir formalmente la mano de María para su hijo. Así se lo dijo Arturo a
María: “Puede que cuando vea que mi pobre viejo de luenga y cana barba vaya a
pedir tu mano virgen y casta para mi, siquiera tenga compasión de tu pobre
negro y lo miren con mejores ojos”. Y todo habrás salido bien porque el 3 de
abril de 1910 Arturo le escribió en una postal a María “tu novio que jamás te
olvida”. La expresión “tu novio” nos dice que la mano de María le fue
concedida.
¿Qué habrá ocurrido después? El
hecho que más de un siglo después, las postales que ambos intercambiaron, se
conserven juntas, nos deja pensar que nuestro romance del Centenario tuvo final
feliz. ¿Podremos decir que se cumplió lo que ambos dejaron por escrito?:
“Ni aún la muerte podrá borrar
ese raudal inmenso de ternuras que infiltró mi corazón al impulso de tus
caricias i de tus besos ardientes” María Alsina, 1 de septiembre de 1907
“Con la ausencia y la distancia,
el amor que te tengo cada vez más se agranda y siento que se hace imperecedero”
Arturo Lancelle, 8 de mayo de 1908
Guada Aballe