domingo

MARIA RAVETINA DE GODANO



Esta es la semblanza de una mujer trabajadora y valiente, uno de esos ejemplos que desgraciadamente se pierden en las brumas de la Historia. Para ella nunca hubo una tapa de revista, tampoco un volumen dedicado a su biografía, ni calle alguna lleva su nombre. Salvo un reportaje realizado por la revista Fray Mocho en 1913. De no ser por él, jamás sabríamos quien fue María Ravetina de Godano.
Había nacido en Génova hacia 1822, en la campaña. Con su familia comían castañas a la mañana, a la tarde, a la noche…siempre castañas…pero eran felices.
Un día escucharon cosas sobre un lejano país llamado Argentina. Cosas tentadoras. Por ejemplo que en las calles argentinas se encontraba el oro por las calles. Y se vinieron nomás.
Llegaron para 1871 para la época de la fiebre amarilla, “cuando la quente caía a la calle come pacaritos” según recordaba María-
Y desde que llegó María tuvo que trabajar como lavandera. Trabajar y trabajar. Y a los noventa y un años seguía lavando ropa. “Mecor stábamo allá”, decía María porque desde que llegaron “somo trabacando a la tina”.


Noventa y un años y en su casa limpia, blanca y reluciente, de Albarracín al 1700, seguía inclinada frente a la tina. Tenía hija pero poco podían ayudarla porque “siendo más coven que yo, es sen embargo, más vieca” y que a la hora de enhebrar “l’aúcas” lo tenía que hacer ella, que no usaba anteojos, en cambio la hija “ha perdido los ocos..In cambio yo, vedo de aquí a los corales viecos”.
Yerno y nieto habían perdido el “trabaco”, eran cocheros y el coche “ya no lo toma ni los peros, cun tanto del tomóvil que hay a Bueno Sarie”. Y así María trabajaba desde las cinco de la mañana hasta las cinco de la tarde, el trabajo no le faltaba y muchos clientes eran gente rica que le habían prometido intervenir para darle una ayuda. Pero para María, si bien reconocía que una ayudita no les vendría mal, la felicidad pasaba por otro lado, por el hecho que su familia sea sana. “Yo nunca soy teñido un dolor de testa a mi vida”. Y con alegría contaba que su tataranieto Juancito Maresco de dos meses era sano y no lloraba nunca.
Su familia era su mayor tesoro. Conozcámosla y quien sabe si alguno de los lectores es descendiente suyo sin saberlo:
-hija:Antonia Godano de Marzari
-nietos: María Marzari de Pacci, José Marzari, Carmen Marzari de Satollani, Enrique Marzari
-esposo de su nieta Carmen: Pascual Satollani
-bisnieta: Teresa Pacci de Maresco, Carmen y Magdalena Pacci
 -tataranietos: Juancito Maresco,


Guada Aballe

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