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DETALLES SOBRE LA AZUCENA DEL TANGO



Siempre me interesó, cuando de personalidades se trata, conocer no solamente sus trayectorias artísticas sino también sus personalidades, anécdotas personales o familiares, aspectos desconocidos de su vida y todo aquello que convierte a los personajes que trascendieron el tiempo en seres de carne y hueso. Y no sería de extrañar que muchos lectores compartieran el mismo interés.
Azucena Maizani fue única, nadie lo pone en duda. Y fue también una mujer de grandes pasiones, que conoció todos los colores de la gama de la vida, momentos buenos y malos, de estrechez y de abundancia. Desgranemos algunas cuentas de su vida para conocerla un poco más.

Nunca negó su verdadera edad, siempre dijo haber nacido el 17 de noviembre de 1902 que no es otra cosa que la verdad. Amó su profesión y sintió el tango como pocas. Era lectora y le gustaba escribir.
Le agradaba la naturaleza, especialmente las flores y los animales, de los cuales su favorito era el perro.
Según sus propias palabras, era una mujer de fe e hizo de la fe un culto, siendo muy devota de la Virgen de Luján.

Ocurrió durante sus comienzos en el teatro. Cuando ya había cantado dos o tres tangos y se disponía a interpretar el último bis pedido e iba a salir a escena, llegó un ordenanza y le entregó un telegrama urgente recomendado. Había muerto su padre. El director se ofreció a acompañarla a su casa pero ella salió a cantar la última canción pedida porque el público aplaudía y la llamaba. Azucena salió y cantó como nunca. Ovación.

Durante un baile organizado por la Asociación Nacional de Broadcasters en el Monumental dedicado a los artistas de la radio, “La canción moderna” representada por sus directivos obsequió a los artistas con cupones para intervenir en el sorteo de una muñeca Lenzi adquirida en el Cotillón Moderno. Se hizo el sorteo y salió favorecido el número 180, el de Azucena Maizani.

Cuando el suicidio de Ricardo Colombres la maledicencia tuvo por blanco a la cancionista, tratándola de aparecer culpable ante la sociedad de la trágica determinación que el cantor tomara. En un gesto valiente Azucena publicó una carta en “La canción moderna” para decir la verdad desnudando su alma y su realidad de mujer. Exceptuando alguno que otro ex admirador que seguía enviando cartas de lectores hirientes a “Sintonía”, Azucena aclaró su situación conservando el amor de su público siendo ovacionada como nunca al retornar a la actividad profesional.

Durante una actuación en radio Cultura, donde G. Durval Gogiose actuaba como “speaker” esa noche, Azucena cantaba la ranchera de Pracánico “Mirame a mí” cuando en un momento olvidó la letra. Años después, cuando el mismo Durval Gogiose como cronista de Sintonía fue a entrevistarla, ella tuvo el gesto de recordar ese percance con mucha gracia.

No estaba de acuerdo con que las mujeres no llevaran medias, le daba la impresión de una persona que apresuradamente saltó de la cama. Opinaba que para la mujer y como factor de belleza las piernas eran una alhaja, que una alhaja lucía mejor en su estuche, y que para las piernas las medias eran el estuche. Tampoco se mostraba cómoda con la idea que las mujeres se rasurasen las piernas, por “las rojeces propias de un cutis rasurado” (sic) y porque si comenzaban a afeitarse significaba que no podían dejar de hacerlo jamás.
El 28 de noviembre de 1935 Azucena firmó un lucrativo contrato con Radio Belgrano por $5.000 mensuales, actuando tres veces por semana. Se le abonaba por quincenas los días 3 y 18 de cada mes o el siguiente día hábil. Si no actuaba en alguna o varias de las audiciones por culpa de ella o enfermedad las audiciones serían descontadas, pero si no actuaba debido a un inconveniente técnico, le serían abonadas y ella actuaría cuando la dirección lo fijara.

Guada Aballe

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