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NEGOCIOS


El atractivo por los objetos chinos y japoneses se tradujo en una importante casa comercial que funcionó durante algún tiempo en la esquina de Bartolomé Mitre y Carlos Pellegrini.
Se llamaba “Exposición asiática” y realizaba ventas al por mayor y menor promocionando más de 10.000 objetos distintos.
“Todo cuanto produce el extremo oriente se encuentra en la Exposición Asiática, siendo un placer admirar la perfección, elegancia y calidad de dichos artículos” decía su promoción.
¿Qué mercaderías podían encontrarse allí?
Géneros de seda, bordados a mano, cubremesas, cubrecamas, pañuelos, chales, sombrillas, kimonos, camisones, blusas, vestidos y trajes, jarrones de todo tipo, artículos en pocelana, marfil, carey, nácar, oro, plata, laca...
También se podían adquirir juegos de te y de mesa, todo de porcelana dorada en oro fino.
Biombos y juguetes, muebles de bambú y junco, baúles de “alcanfor contra la polilla”, hasta el té chino marca Globo, reputado por ser el mejor.
Ya se sabía, para conseguir artículos importados de China y Japón, a la Exposición Asiática de Tay Tong y Cía, Bartolomé Mitre esquina Carlos Pellegrini.


“La perla negra” fue una famosa joyería que funcionó en Avenida de Mayo 729.
Este comercio tenía la particularidad de exponer su mercadería como si de un museo se tratase. Las joyas se exponían en vitrinas y cada una estaba marcada con su precio, los empleados de la casa solo se acercaban a los potenciales clientes si estos lo solicitaban.
Su propietario era Julián Mirabelles.
En las largas vitrinas el espectador tenía un gran surtido de joyas que variaba desde aquellas accesibles a una persona humilde hasta otra de clase más acaudalada.
La joyería ofrecía también joyas europeas gracias a que don Eugenio Mirabelles desde Europa cumplía la función de enviar las novedades desde Londres, Paría, Viena y demás capitales europeas.
Todas las joyas venían acompañadas de sus correspondientes certificados de garantía.
Llamaba la atención en la época (1911) que el cliente gozara de la libertad de recorrer el negocio a su gusto y mirar la mercadería. Las vitrinas estaban cerradas con llave y solamente cuando el cliente lo llamaba el vendedor se acercaba para mostrar la joya.
Se insistía en esta característica.
En “La perla negra” personas de todas las clases sociales podían adquirir alhajas, relojes, brillantes, platería. Anunciaba vender un “30% más barato que las demás joyerías” y por lo menos cuatro carteles anunciaban “entrada libre” invitando a recorrer el local.

Guada Aballe



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