sábado

AL ANTIGUO CEPO

¿VAMOS A TOMAR ALGO?
A comienzos del siglo XX, ¿qué opciones había para ir a comer o tomar algo? Sería imposible enumerar todos los sitios disponibles pero traeremos a la memoria una fonda, un bar, una confitería y (aquí la sorpresa) un local de autoservicio que los porteños podían elegir noventa años atrás.
Comencemos por el restaurante. Se podía encontrar sobre la calle Bartolomé Mitre a media cuadra de la estación Once un restaurante con alojamiento llamado “LA ANTIGUA FONDA DEL CEPO”.
Desde su vidriera se veían una docena de naranjas, otra de mandarinas, una media docena de pejerreyes fritos, apio, hinojos y tomates, hasta costillas de ternera y costillas de cerdo de tanto en tanto.
El comedor servía al mismo tiempo de bar porque allí mismo se despachaban las bebidas y era bastante oscuro.
Esa casa de comidas era anterior a 1860 (se ha sugerido 1856 como fecha de inauguración) y debía su nombre al apellido de su primer dueño, un inmigrante italiano. Como cabe suponer, la fonda se especializó en comida italiana como ravioles y tallarines, gozó de gran popularidad desde sus comienzos debido a que hacia la fecha de su fundación no había en el centro tantos grandes restaurantes ( el otro restaurante conocido era el COCODRILO en la calle Pedro Mendoza).
En 1917 la antigua fonda del Cepo seguía manteniendo sus características originales hasta en el mobiliario de las habitaciones que disponían para alquiler de los pensionistas. Esta tradición fue sostenida por sus diversos dueños.( Han sido dueños de “La antigua fonda del Cepo” los Porcel, Esteban Echineli, Enrique Briganardello, Luis Cattaneo y Juan Fernández.)


Interior de la Fonda del Cepo

Si se deseaba tomar algo en un bar, en la esquina de Rivadavia y 25 de mayo se inauguró en 1906 el “CAFÉ BAR FUENTES”propiedad de los hermanos Isidoro y Esteban Fuentes. Era un local de lujo, muy iluminado, con lámparas eléctricas, espejos biselados, cristalería, tallas de madera de fresno estilo “art noveau”. Sus dueños también eran propietarios del “CAFÉ SIN NOMBRE” ubicado en la esquina de Paseo de Julio (hoy Leandro Alem) y Rivadavia, un local bastante frecuentado pero mucho más modesto y sencillo.
Para comer algo dulce una elección acertada era la gran confitería y pastelería “LA EUROPEA” propiedad de José y Carlos Rella que se inauguró el 28 de junio de 1907.
Estaba ubicada en Rivadavia 2699 y se dividía en dos salones: de una lado se encontraban las mesas y el mostrador (para consumidores), del otro el local de venta de artículos de confitería y repostería (para compradores).
Se vendían masitas, dulces, postres, roscas, bombones, caramelos, confites, hasta vinos y licores (el taller donde se elaboraban los productos de repostería y confitería estaba dirigido por uno de sus dueños). Las especialidades de la casa eran el pan dulce a la genovesa y a la milanesa; los bizcochos y budines.
Y nos queda el autoservicio que como veremos no es un invento de nuestro tiempo. Anunciado como “la última palabra en el lunch higiénico”, apareció en 1907 el “BAR AUTOMAT”. Se encontraba en Bartolomé Mitre 463.

Este bar ofrecía a sus clientes el despacho automático de cerveza, refrescos y sánguches (en la fotografía vemos a un señor sirviéndose bebida). Fue el primer establecimiento en Buenos Aires de esas características, un verdadero precursor de los actuales locales de autoservicio.
Guada Aballe

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