sábado
TESTIMONIOS DEL PASADO LEJANO
Cuando hojeamos antiguas revistas y nos encontramos frente a personas que daban su testimonio “del pasado” estamos frente a una verdadera perla.
Personas nonagenarias de la década del 10 dando testimonio “de su pasado” nos remontan a épocas verdaderamente históricas.
Tal fue el caso de Bernardina Arriola nacida en Dolores el 20 de mayo de 1816. Casi centenaria vivía en una casa de las afueras de Buenos Aires cuyo silencio se interrumpía por el canto de los pájaros.
Fue reporteada por “El Hogar” en 1914. Bernardina estaba remendando una pollera que, según ella, tenía treinta años y había estrenado para el nacimiento de uno de sus nietos. Al respecto dijo: “Ahora ya no se hace esto. La gente gasta lo que no tiene. Por eso hay tanta miseria y tantos que roban”.
Para ella en la década de 1830 “se vivía mejor que ahora” (ese ahora era 1914). Bernardina a sus 98 años todavía remendaba polleras y se ocupaba de las tareas de la casa. Nunca supo lo que era un dolor de muelas y a sus años todavía rompía las nueces con los dientes. Conocía infinidad de cuentos de campo, con brujas, ánimas, gigantes, pájaros cantores y reyes. Sabemos que tuvo una hija, Bartola, que murió a los 17 años. Conservaba sus documentos en el fondo de un baúl. Tenía en su casa un banco de 150 años de antigüedad que había pertenecido a su padre José Arriola. Y vivía llena de recuerdos.
Muchos de esos recuerdos eran de la época de Rosas, hasta había visto fusilar a un desertor. Recordaba que era obligación asistir a Misa con un moño rojo en la cabeza y que una vez el comandante militar se enteró que algunas mujeres se sacaban la escarapela una vez dentro del templo. Se dio la orden que quien no llevara moño le fuera pegado “con bleque”. Bernardina tenía una amiga llamada Carlota a quien se le había ocurrido castigar al que pegaba los moños. Un domingo por la mañana se llenó los bolsillos de estiércol y fueron a la iglesia; cuando el hombre le preguntó a Carlota por el moño ella lo abrazó tirándolo al suelo y antes de que el pincel la alcanzara le embadurnó la cara con estiércol.
Se quejaba que en los libros se decían mentiras y ocultaban verdades: “De Rosas se niegan detalles importantes que hablan a favor del hombre. Créame, no todo han sido espinas en la vida del dictador. También hubo flores que se tratan de desconocer”, pero no quiso extenderse en detalles porque “Será mejor que calle, pues todavía en mi país no hay suficiente libertad para decir verdades”.
Su estilo de vida era simple: mate, poca comida pero respetando horarios, frutas y agua como bebida. Nos despedimos de Bernardina Arriola con una de sus frases: “¿Qué saben los modernos de las cosas viejas?”
Guada Aballe
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